Nadie vio cuando no me percaté que las cerezas me llamaban.
Nadie vio que me quería convertir en un domador de leones.
Me acercaba a tu rostro,
me alejaba.
Hablaba.
Te llamaba con la mente.
Nadie oyó las palabras con las que buscaba seducirte.
Nadie escuchó el anhelo de que sucediera.
No vi tus coqueteos,
no viste mis galanteos.
Ni tú te diste cuenta cuando con discreción miré tu espalda.
Nadie vio cuando el ruido intenso me excitaba.
Sólo tú sentiste cómo -poco a poco- me acercaba a ti.
Nadie supo lo que fantaseaba.
Nadie miró mi mano bajo tu cintura,
nadie escuchó tus reclamos
ni tus instrucciones para conquistarte.
Nuestras palabras se fueron paso a paso
nadie las extrañó
Nadie vio cuando callaste la última
Detente aquí -dijiste-
Nadie lo oyó,
mucho menos cuando se hizo el silencio
cuando pasaron las horas
cuando vinieron los gritos
cuando ni la calle que nos rodeaba pudo ser testigo
de lo que gemimos
de lo que pensamos
de lo que sentimos
Nadie oyó nada,
está tranquila,
guarda tu vergüenza
para otra madrugada.
miércoles, 10 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Recien me he topado con su blog y tendria que decir que lo que escribes me ha dejado un buen sabor en la boca creo que tal linias me agradaron
"de lo que gemimos
de lo que pensamos
de lo que sentimos
Nadie oyó nada,
está tranquila,
guarda tu vergüenza
para otra madrugada."
vaya que dichas linias imitan algo indecoroso pero alfinal son agradables por ser francas.
saludos
Muchas gracias por tu comentario, ya no recordaba eso de "guarda tu vergüenza para otra madrugada".
Publicar un comentario