viernes, 30 de mayo de 2008

Urban Psychos

El carril de la izquierda era para dar vuelta, y por su manera de conducir, un minuto antes sabía que me estorbaría. Nacido para estorbar chinga tu madre quítate pendejo si estuvieras muerto estorbarías menos. Las frases pronunciadas eran una parte. El sonido del claxon era otra, un dedo tensado y los demás recogidos completaban la escena junto con un rostro deformado.
Esto es todos los días. Por épocas la calma me domina y nada me molesta. Pero otras épocas soy el abominable conductor que, junto con otros, hace de esta ciudad un monstruo. Claro, si no hubiera pendejos al volante tampoco habría monstruos. Media hora más tarde el vehículo de atrás me insultó a mí. El vehículo. Sí, los conductores no insultan, es el conjunto auto más conductor, llamado vehículo, que adquiere una personalidad propia.
Fuera del auto quizá el que me insultó o yo mismo nos transformamos y somos seres amables. Casi normales. Auténticos sicópatas. Mexican Psycho. No. No. No. Esto no es exclusivo de México. He visto peores escenas en ciudades más tranquilas. Urban Psychos.
Creo que todo tiene que ver con la certidumbre. Si yo sé que tengo una expectativa de traslado de 75 minutos, cualquier extensión me producirá estrés. Si yo ahorro minutos en la primera parte del trayecto, iré disminuyendo mi expectativa final, pero si en otra parte del trayecto pierdo los minutos ganados, también vendrá la explosión.
El otro día dejé el auto en un estacionamiento remoto. Mi estrés se redujo considerablemente. Pero mis tiempos de traslado se incrementaron. Como prueba no estuvo tan descabellado. Pero del diario podría encontrar mi estrés al máximo en la segunda mitad del traslado. Claro, quizá los apretujones me relajen. No lo sé.
Sólo sé que me sé Psycho.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Con la fuerza del temperamento

Una revuelta se produce con la ira de miles de personas.
En cambio la ira de una sola puede ser ridícula.
Aún así, quienes tenemos dificulatad para controlar el carácter de vez en cuando estallamos, a veces por las cosas más risibles.
He notado que esto me sucede cuando estoy próximo a llegar a casa, es más en el último kilómetro. Llego molesto por el tráfico, me altera mucho más cada estorbo en los últimos metros que aquellos en el camino.
No sé por qué ocurre, tal vez estoy desesperado por quitarme los zapatos, los calcetines, por sentir mis pies liberados, por acostarme un rato, por descansar unas horas, por escribir algo, por leer, por ordenar, por cenar.
Cada día de regreso a casa implica luchar contra miles de vehículos en un trayecto de hasta 90 minutos. Cada mañana es lo mismo, pero me altera más el camino de regreso.
La última furia que recuerdo fue hace unas horas, un automovilista no se movió cuando el semáforo marcó la vuelta. La falta de reacción de algunos puede generar retrasos adicionales. El insulto, el claxon, las luces. Aún así no se mueve.
Yo no lucho contra los molinos de viento. Lucho contra los demás autos. Me encantaría hacer un símil contemporáneo y urbano del Quijote. Ya sé quién sería mi Dulcinea del Toboso, sin duda no una princesa salida de las mejores colonias, sino una idealizada campesina urbana, habitante no de un castillo, sino de una casa en alguna colonia escondida de mi metrópoli, con el carácter dominante que Cervantes atribuye a Aldonza de Lorenzo. Pero no tengo tiempo de estudiar el Quijote y reinventarlo en nuestros días, así que debo todos los días en convertirme en ese protagonista loquito, mentando madres, mostrando un solo dedo de la mano, tocando el claxon, luchando carro a carro, por el espacio hacia donde debo avanzar.

lunes, 26 de mayo de 2008

Una noche sustantiva

(Para ti, "la más mejor")

Una noche maravillosa
Visita casta,
seducción perpetua.
Mis deseos.
Tus deseos.
Simulación,
vaho en tu nuca,
la advertencia de que no lo hiciera,
el beso prolongado.
Tentación prolongada.
Mano húmeda,
desnudez a medias,
eyaculación precoz,
mi niña, mi niña.
Imágenes sucesivas,
el deseo de embarazarte,
el deseo de no embarazarte.
Tu tranquilidad.
Y poco a poco mi deseo frenético por ti.
Recuerdos perennes de esa noche.
¡Mi niña!
Mis brazos rodeando tu cuerpo.
Un año de deseos enfermos,
un año de seducción.
Años de recuerdos.
Una noche sustantiva,
y hoy una mujer,
siempre siempre,
la más mejor.

sábado, 24 de mayo de 2008

Blue Velvet hasta la locura

He conocido la locura. He sido manipulado y he manipulado. Más lo primero que lo segundo, porque me dobla su sonrisa fresca. Nada más bello que su sonrisa.
¿Es necesario destruir lo que no se ha construido? Son impulsos. No es amor, o puede serlo en forma malentendida.
En una ocasión un amigo me platicaba de los berrinches de su niña de tres años y de cómo ella tendía a dañar los buenos momentos entre los dos, hasta que la hizo ver que con sus berrinches los dos perdían. Parece algo complicado hacerlo con un niño, pero quizá es mucho más fácil que con un adulto, donde en las relaciones tenemos esas variantes adultas de los berrinches infantiles y no es posible hacer ver a la otra persona que los dos perdemos. O quizá la manipulación es poder, y ese poder delicioso y vano es lo único que queda cuando nada queda.
Todo lo que aquí se escriba está fuera de contexto, puede haber cosas ciertas, puede haber medias verdades, medias mentiras, mentiras absolutas, yo sólo quiero con estas palabras cubrir vacíos, compensar huecos de mi vida, darle salida a mi locura, a mi histeria, a mi pasión, realizarme escribiendo.
Blue Velvet es mi espacio. Lo abro porque lo quiero compartir. En Megablógolis escribo para todos, aquí escribo para mí. Me gusta sentirme bien con lo que escribo. Hay cosas muy malas, ustedes lo saben mejor que yo, y otras que me ha encantado no sólo escribirlas sino volverlas a leer.
De cualquier forma, en este instante, daría la vida por un minuto de la sonrisa de mi amor; daría la vida por un beso en su boca, en su cara, en su espalda; daría la vida por el intercambio de frases pueriles, abrazos y fluidos; daría la vida por ella misma.
Son muchos años juntos, pero tarde o temprano la perderé junto con la locura. Y dejaré de escribir en Blue Velvet. Cerraremos este espacio, y este círculo, pero habrá otros nuevos. Al fin y al cabo la blogósfera es infinita. Blue Velvet es contemplación y es locura. Blue Velvet recuerda a Gala y a la Bámbola, figuras dulcineicas que han estado presentes en los últimos 10 años de mi vida.

jueves, 22 de mayo de 2008

El grito moribundo

(a ti, la única mujer que he amado)

Es la hora en que todavía te amo
el tiempo en que mi cama aún huele a ti
el momento en que tus besos pequeños
siguen tronando en mi oído
y el segundo en que suspiro
por lo que fue
y por lo que no ha sido.

Es la hora en que extraño tu revés
la viscosidad de tu sexo
tu sonrisa infantil,
tus chantajes estériles,
mis gritos sobre ti,
la forma de tus vellos,
y tu vida en la mía.

Es la hora en que ya no confío en ti
que me hiciste sentir nada,
no por lo hecho,
sino por lo que no quisiste hacer,
y siento como si hubieras deshecho,
lo que jamás existió,
lo que sólo yo inventé.

Ya no habrá caricias,
no capturaré más tu cuerpo desnudo,
no habrá hijos, no habrá nada.
Nunca hubo sueños compartidos,
los míos jamás fueron los tuyos.
Habrá añoranza,
y habrá todos los instantes en uno solo.

Es la hora en que más extraño tu desnudez,
que más me cela tu pasado,
tu presente,
tu futuro,
el segundo en que me vuelvo loco,
infantil, suicida, adicto,
el instante del grito moribundo.

martes, 20 de mayo de 2008

En el reino de los desconocidos

Soy un escritor desconocido. Tal vez lo sea siempre. Pero soy uno más de millones de escritores desconocidos que entran al mundo virtual y encuentran su identidad pero no la fama.
Soy también un fotógrafo desconocido, ahora que cientos de millones de imágenes se toman todos los días. Quizá hoy en un día se toman todas las fotografías que se tomaron durante el siglo XX. Hay miles de fotos magníficas que se están tomando a cada instante en todos los rincones de la tierra.
He fotografiado mujeres desnudas, he filmado relaciones sexuales, como ahora todos hacen con un teléfono celular o con una cámara portátil. Ya nada es extraordinario.
Aquí quedará mi obra por décadas o millones de años. Moriré siendo un artista ignoto. Quizá en otro momento llegue un crítico ignoto y revise mi obra ignota y dedique ya sea un blog o lo que exista para entonces, a la vida y obra de Roberto Remes Tello de Meneses, pero no tendrá más visitas que las que haya tenido Blue Velvet, Megablógolis o cualquiera otra de mis páginas.
Somos todos desconocidos ahora que somos todos el último hombre o el último humano, plenos, con libertades e igualados, hasta en la nula fama, a través de la blogosfera.
No niego que me gustaría la fama, niego que la tendré porque soy parte del último humano en este reino democrático de los desconocidos.

domingo, 18 de mayo de 2008

Fornicar deliciosamente

He leído relatos baratos que mencionan el término "fornicar deliciosamente". Yo no hubiera pensado en escribir ese término, pero me sorprendí al leerlo en algo que escribí hace unos años.
He estado reflexionando acerca del término y recuerdo algunas ocasiones en las que he fornicado deliciosamente. Casi todos me refieren a la mujer que más he querido en la vida, pero a quien llegué a querer precisamente por la manera de hacer el amor. Casi siempre fornicábamos deliciosamente, y siempre que era así yo llevaba el control y ella por lo regular no llegaba al orgasmo.
También recuerdo una vez en unas vacaciones en las que yo estaba sudoroso, cansado, y presto a darme un baño en el apartamento que había rentado. Pero no salía el agua caliente. Yo estaba desnudo intentándolo, pero no lo logré. Me vestí parcialmente y busqué a una empleada del lugar; di con una chica de color, muy fea pero deliciosa. Para tratar de solucionar el problema entramos en un cuarto muy pequeño donde estaba el calentador y quedamos muy cerca uno del otro. Estuve tentado a tocarla pero me detuve. Eso hubiera sido fornicar deliciosamente.
Recién una amiga y yo lo hicimos en la cocina, a pesar de lo transparente de la cortina. La empleada de la casa de al lado seguro nos vio. Tengo la imagen de mi amiga sentada sobre la mesa de la cocina y unas gotas blancas escurriendo de ella al final de nuestra deliciosa fornicada.
Sigo reflexionando y recuerdo más anécdotas. Todas me refieren a mi satisfacción, y a la satisfacción de ellas a través de mi satisfacción, es decir, no con el orgasmo, sino con el gusto de verme alcanzar el mío, con la excepción de aquellas veces en que ambos lo hemos alcanzado al mismo tiempo.
No puedo establecer una definición. Tampoco puedo asegurar que volveré a fornicar deliciosamente. Sólo puedo decir, que luego de leer esa frase trillada en una de mis narraciones, me parecio menos vulgar y he recurrido a la autocomplacencia.
¡A fornicar deliciosamente! ¡Salud!

viernes, 16 de mayo de 2008

Así llegó el silencio

Toqué tu pezón hasta que se contagió de mí.
Acaricié tu piel hasta que se enchinó.
Sentí tu humedad hasta que me deslicé en ella.
Sudé a tu ritmo.
Y grité tanto que vino el silencio.
Toda la noche fue el silencio.
Y luego tu gritaste.
Yo después grité de nuevo
porque quería el silencio.
¡Ay!
Silencio

miércoles, 14 de mayo de 2008

Rutina, tentación y lounge

Tocaba una especie de flauta, y una batería, y unos acordes de sintetizador. Estaba yo allí enfrente. Mi alma había decidido purificarse. La luz me incomodaba. Era tiempo para una simple vela. Un grito que se fuera abandonando. Lounge. Yo. Una decisión flotando. Qué malditas son las decisiones. Qué benditas son. Uno puede decidir cualquier cosa. La realidad manda. No la quiero ver nunca más pero cuál es su teléfono. Este trabajo me fastidia pero ya viene la quincena, el préstamo, el aguinaldo, el reparto de utilidades. Ya no aguanto a mis vecinos pero qué caras están las rentas. Tomo un trago y mantengo mi decisión más firme que nunca. La abrazo. Me pregunto hasta cuándo estará conmigo, hasta cuándo la rutina me vencerá.

Ah que puta rutina. Bebo otro trago. Cojo otra vieja. Me hago otra chaqueta. Me saco un moco y me tiro un pedo.

Las rutinas son más poderosas que las decisiones. Una sola rutina basta. Ninguna decisión es suficiente, y si lo es entonces ya soy un necio, cerrado, empedernido, incapaz de mirar a los lados. ¿Existen los términos medios? Quizá sí, pero no cuando hay decisiones. Las decisiones son para cumplirse o para desecharse pronto. Las tentaciones son permanentes. ¿Qué no es como la música lounge?

El lounge está para repetir los ritmos hasta que sin darte cuenta te cambien la canción, la batería dejó de sonar y ni lo percibiste, ¿a poco hubo flauta en este disco? ¿y una voz perdida? Sí, el lounge me recuerda las rutinas, pero más aún las tentaciones para quebrar mis decisiones.

lunes, 12 de mayo de 2008

Fadam

Me siento herido de muerte
Cambié el corazón por nada
Qué esperanza queda hoy
Ofrecí el corazón que hoy sangra
He andado con el dolor hasta aquí

Ayer cumplí 35
Solo
Pocos años para poder odiar
Demasiados para volver a amar
Demasiados para volver a la ilusión

Hace tiempo que tuve sexo en el auto
en las escaleras, en la ventana
Hoy prefiero la oscuridad
y dormir sin abrazos
No deseo a quienes me desean
Ya no puedo amar

En eso entro y te veo
La voz me tiembla
El corazón herido se acelera
Sana
Vibra
Tiemblo todo yo
Por ti, gracias a ti

Nadie de Kazakhstán en mi memoria
Ninguna tan bella como tú
La primera, curiosidad geográfica
La segunda, fascinación

Me has dado vida otra vez
No puedo aspirar a nada de ti
Eres demasiado para una noche
Estoy tan lejos para una vida
Tu recuerdo se esfumará
Pero mi agradecimiento a ti
Por esos instantes en que te vi
y que volví a temblar por alguien

Mi agradecimiento a ti
estará siempre en mí
Me has curado una herida
Tu ángel ahora es mi guía
Mi herida ya no sangra

Te encontraré en otra vida,
en otro mundo,
en el brillo de un cristal
que suena lejano,
pero está aquí
en mí.

sábado, 10 de mayo de 2008

Pasó lo que tenía que pasar

Pasó lo que tenía que pasar.
Pasó que olvidé y te pude amar
Pasó que dormimos juntos
Pasó que puse mi mano sobre tu cuerpo
Pasó que te toqué
Pasó que te besé
Pasó que me gustaron tus pechos
Pasó que me deslicé sobre tu piel
Pasó que me gustó tu olor
Pasó que me meti en tu cuerpo
Pasó que me volvió a gustar tu olor
Pasó que pienso en ti
Pasó el aire
Se llevó las hojas secas
Llovió y floreció
Y llegó la tierra
que tapó a la luna, la luz del sol
Así tenía que ser.

jueves, 8 de mayo de 2008

La Brújula

Y un día desperté, como brújula apuntando hacia el norte. Era el deseo. Era el sueño de un viaje. Tal vez por el desierto. No sé. Lo importante era la noche. Tú en una cama. Yo en otra. Hasta que tomaba la iniciativa. Y golpeaba mi cuerpo en el tuyo, y sentía fluir el aleph por entre tus piernas. Y así desperté. Con la brújula apuntando hacia ti.

martes, 6 de mayo de 2008

El pastor

Esto pasó un día en el bosque. Cuando empezaba mi excursión vi a un pastor y le dije buenas tardes. Él me miró con extrañeza y siguió el camino con sus ovejas, de lana amarillenta, sería una decena. Caminé mucho. Tropecé. Me cansé. Regresé a un llano que había visto al llegar, allí había una cruz, de dos metros de altura. Me persigné, y luego me acosté sobre el pasto a descansar. Debo haber dormido unos diez o quince minutos cuando me despertaron los cencerros. Empecé a platicar con el pastor. El hombre era moreno, muy delgado, iba muy abrigado, su piel se veía dura, arrugada, el ojo derecho estaba desviado hacia fuera. Miró hacia el cielo y comentó que las nubes ya se estaban cerrando. Hizo alguna referencia a la hora, yo miré mi reloj y dije “Van a dar las dos”, y él miró el suyo y dijo “sí, ya va a dar la una … yo nunca lo cambio, tampoco la otra vez lo cambié”. Sonreí. En seguida se fue y de lejos me dio una indicación para llegar más rápido a mi auto. Empezó a caminar hacia el pueblo, sin preocuparse si las ovejas lo seguían. Tomé el atajo y antes de llegar a mi coche me agaché, puse la frente sobre la tierra, dije “gracias” en voz alta, me levanté y subí al auto. Al poco tiempo empezó a llover.

domingo, 4 de mayo de 2008

Esta mal escrito

Está mal escrito, qué no entiendes que está mal escrito, Sí señor editor, entiendo perfectamente que está mal escrito, que ese verbo tenía que ir en pasado, que aquí iba un plural, que aquello era en tercera persona, que esta preposición no queda con esa palabra y que el adverbio no está bien utilizado, Entonces cámbialo, No señor editor, Pues eso significa que no entiendes que está mal escrito, No señor editor, entiendo perfectamente bien mis errores señor editor, pero no entiendo su afán por destruir lo que yo escribí, Es que no es destruirlo, si tú corriges el texto entonces lo tendrás perfectamente bien escrito y el sentido no cambiará para nada, mi pequeño autor, Pues sí señor editor, reconozco que cometo errores cuando escribo y que tengo que ir eliminando esos errores, mejorando el manejo de mis verbos, haciendo congruentes los plurales y los singulares, los pasados y los presentes, los femeninos y los masculinos, y lo haré poco a poco, aprenderé, los nuevos textos estarán mejor trabajados, pero este que le estoy entregando se queda como está, Es que yo no puedo publicar algo así, Entienda señor editor, es que si le hacemos esos cambios que usted me dice lo vamos a echar a perder, y en todo caso tendría que volver a escribir la historia, No, por supuesto que no, la historia es buena mi pequeño autor, es muy buena, sólo que contiene errores, nada más quítale esos errores y será, digamos, perfecta, o es que no me has entendido, El que no me ha entendido es usted señor editor, escribí esta historia haciendo caso omiso de los errores que cometí porque no me di cuenta de que los estaba cometiendo, la he revisado y la he limpiado de muchos yerros, pero los que quedaron corresponden a errores inherentes al texto, pergeñé mi obra así y las oraciones correctas no quedan con la actual estructura sino que tendría que cambiarla por completo, he tomado algunas de sus observaciones, pero existen otras, como las que nos han enfrascado en esta discusión, que no pueden ser enmendadas porque son mi historia, no son ya defectos de ella, son ella misma, Pues entonces no se publica y listo, Pues si quiere se publica como usted dice, pero no se queje que dentro de unos años la publique otra vez, pero en su forma original, con otro editor, y escriba, como escribió Gabo, "La primera vez que se publicó La mala hora, en 1962, un corrector de pruebas se permitió cambiar ciertos términos y almidonar el estilo, en nombre de la pureza del lenguaje. En esta ocasión, a su vez, el autor se ha permitido restituir las incorrecciones idiomáticas y las barbaridades estilísticas, en nombre de su soberana y arbitraria voluntad. Esta es, pues, la primera edición de La mala hora, El Autor", Me explico, señor editor.

viernes, 2 de mayo de 2008

Los ojos en el XXI

Estoy desnudo delante de una laguna de aguas bastante revueltas, no muy profundas, enlodadas, casi parecería una inundación si no llevara así decenas de años, tal vez un siglo o dos. A veces la naturaleza cambia de la noche a la mañana y a veces somos nosotros los que la cambiamos. De cualquier manera nos sorprende.

Digo que estoy desnudo no porque realmente lo esté (no puedo estarlo porque vengo acompañado de un amigo y de su novia), sino porque quiero mirar con los ojos desnudos. Miro alrededor y parecería que todo es natural, no hay antenas de alta tensión, repetidoras de microondas, y el celular, si lo encendiera, no tendría señal. También lo digo porque por aquí no hay basura. Sí vi algunas botellas vacías en el camino, una de Coca Cola y otra de agua, pero aquí, justo aquí, no la hay. Mi ropa estorba, sin duda. Pero no hay casas. ¿Hace cuánto que no estoy en un lugar en donde no haya casas, ni nada que sea fruto de la modernidad, o incluso del pasado? Dondequiera que uno se pare tiene que recordar su mundo porque éste persigue a todos, a veces incluso hasta el bosque, pues si acaso hay un bosque cerca de la ciudad, ha de pasar por allí una línea de alta tensión, hay basura, una carretera, un avión.

Pero aquí donde estamos no hay nada, dice el padre del exconvento de los Santos Reyes, en Metztitlán, que se trata de la laguna natural más grande del mundo. Uno de los cerros de la zona se derrumbó y se formó la presa. En realidad todos los cerros de alrededor parece que están a punto de derrumbarse, las grietas que tienen, las piedras mismas, que pareciera que están unidas con alfileres, nos lo demuestran; también hay restos de aludes en el camino hacia la laguna. Y sin embargo el lugar se siente en paz. Estamos fuera del mundo, a cuando menos diez kilómetros del camino pavimentado más cercano, a cuarenta o cincuenta de la carretera federal más próxima, a unos pasos del río de los Venados, aunque si caminamos hacia él terminaremos tapados por el lodo.

Esta paz, en realidad, se presagiaba desde que iniciamos el camino de terracería, un caballo amarrado bloqueaba el paso, un niño tuvo que llegar a desamarrarlo para que pudiéramos pasar, si no hubiera estado cerca habríamos desistido de tomar esa ruta, la verdad ni siquiera estábamos seguros de que ese fuera el sendero correcto. Lo fue. Todavía por el espejo retrovisor vimos que volvió a amarrar al animal así que cuando regresemos será un estorbo. Sin duda.

Unos metros antes habíamos pasado junto al malo del pueblo, un tipo de lentes, camisa y pantalón obscuros, cara de malo sin duda. No recuerdo si llevaba sombrero. Daba la impresión que en cualquier descuido mostraría un gesto de nobleza, me hubiera gustado provocarlo, pero mientras tanto él seguiría caminando por su pueblo, impresionaría a algunos, pero a otros no. A nosotros nos dio risa.

Pero bueno, decía, y digo, que estoy desnudo. Estoy rodeado de montañas, un paisaje que hacia arriba se vuelve árido pero que hacia abajo no lo es, la laguna de Metztitlán lo impide. Mi cuerpo desnudo, la imaginaria ausencia de quienes me acompañan, y el paisaje completamente natural. ¿En qué año estoy? ¿Dos mil qué? ¿1954? ¿1802? ¿900? La verdad es que no puedo desnudarme, ya no son mis acompañantes los que me lo impiden, ni las dos botellas vacías que había en el camino. No. Son mis ojos. Y si me los arranco vuelvo a lo mismo, siguen mirando. Tengo ojos del siglo XXI, siento cómo la tierra da vueltas, me tiro al piso y le pregunto qué pasa. No me dice nada, sólo siento que está enojada, la siento roja, está roja. No sé qué está tramando, pero me tiene entre el pasado y el presente, pero mis ojos son del presente, mi mente también, me jala, me jala. Me quiero despojar de mi ropa de hombre del futuro, quiero agacharme al presente, a este simple siglo VII antes de Cristo, pero el futuro me llama. Tengo ojos del siglo XXI y sé que Cristo nacerá dentro de siete siglos y que un día por la mañana, en el primer año del siglo XXI, veré a una muchacha que me llame la atención porque aún siendo pueblerina tiene una altivez urbana que me atraerá, nuestros ojos se cruzarán, y recordaré su cara los minutos siguientes, las horas siguientes, hasta que dé con la laguna, y hasta que me desnude de todo menos de mis ojos del siglo XXI. Entonces, me vestiré y emprenderé el camino de regreso, primero caminando hacia el coche unos dos o tres kilómetros, luego por la terracería, después por el angosto espacio que nos deje el caballo, luego por otros caminos angostos hasta la estatal 37, la federal 105 y luego la 85, después por avenidas y calles de mi ciudad, dejaré a mis amigos, volveré a mi casa, me desnudaré, miraré a mi alrededor y diré, el escenario es de finales del siglo XX, acaso principios del XXI, pero yo sigo mirando con ojos del siglo XXV y aunque me saque los ojos, seguiré siendo un personaje del XXV.