Dos horas en la capital Canadiense, incluyendo 37 minutos, medidos con parquímetro, en la vecina Gatineau. Me encantó Ottawa.
En algún momento dudé de pasar a Ottawa, pero la desviación no era tan grande, una hora y media, a lo mucho, en tiempo de viaje, más lo que me entretuviera allí. El día era muy cansado y dedicado a viajar, desde mi partida de Quebec hasta mi probable llegada a Toronto. El paisaje hermosísimo, pero las carreteras de Canadá son las más aburridas que conozco, desde los primeros kilómetros uno tiene ganas de dormir pues la velocidad límite es de 100 kilómetros por hora y las amenazas de multa son constantes y crecientes, al menos por la señalización y la actitud de los demás conductores, nadie se atreve a sostener más allá de 110 en tramos largos, quizá medio kilómetro para un rebase.
Entré a Ottawa después de las 3 de la tarde y aún faltaban 400 kilómetros para Toronto. Di una vuelta por la avenida principal y me di cuenta que valía la pena bajar y caminar. Terminó siendo la ciudad que más me gustó del viaje. Claro, no me parece que haya mucho que hacer, podría haber visitado el Parlamento o la casa del Primer Ministro, pero sólo caminé por fuera y crucé a Gatineau, la ciudad francesa que está cruzando el río. Me parece que feliz viviría en esas ciudades. Al salir busqué la 416 que me llevaría hasta la 401.
miércoles, 1 de octubre de 2008
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