martes, 23 de septiembre de 2008
Prescilla
Perdón que te desperté anoche, pero no pude llegar antes. Abriste la puerta y te vi tan chica, tan bonita, tan cortés, pese a que te había despertado. Pensé que eras la hija de los dueños. Tu diligencia me llevó a la conclusión de que tú mandas aquí. Me acercaste hasta el cuarto y en unos minutos habías envejecido tal vez diez años. No eras la muchachita que acababa de ver, pero eras la misma persona y seguías siendo bella. Y a lo largo del día te he visto varias veces, esclavisada a este lugar al que te entregas y te nos entregas. Y me alejo de aquí y me voy pensando si cuando yo vuelva no te encontraré hecha una pasita, nadie había cambiado de edad tan rápido, nadie que hubiera yo visto.
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