martes, 3 de junio de 2008

Tic-tic tac

Violentaré tu cuerpo porque así me lo has pedido y todo volverá a la normalidad, terminarán mis deseos frenéticos y tus persuaciones. Terminará tu sonrisa socarrona, tu perfume seductor y tu desdén hacia mi mugre perpetua. Se acabarán las invasiones a mi Estado.
Soy el rey de esta calle, el vagabundo emperador, y hoy tú serás la llorosa invasora que nunca más se burlará de mis harapos, de mis pelos canos y sedientos, y de cada una de las paredes cochambrosas de donde no has debido pasar.
Este es mi país, una isla dentro del tuyo, y de donde fui expulsado por una igual que tú, soberbia, coqueta, infame.
Soy el rey del farol fundido que nos dará cobijo, soy el dueño de la alcantarilla que hará sonar su orquesta unísona, el único amante de los contenedores con el olor a rosas que siempre has soñado para este momento.
Estiraré la mano que siempre has ignorado, para tapar tu boca. Arrancaré la ropa para homenajear la noche en que bebí, maté y hui, con el destino insurgente de arrebatarle una pequeña calle a un inmenso país, y dejar atrás un pasado decoroso pero vacío.
Explotarán mis ganas sobre ti, como cuando asfixié su cuello inmaculado, amoraté sus ojos tristes, y vi en su espejo mi último rostro de temor, mi último arrepentimiento, mi última camisa bien planchada, y mi duda entre la autocomplascencia psicotrópica y el único resquicio humano que quedó de mí.
Sonríe preciosa. Estás a unos pasos de nuestra felicidad. Ya oigo tus tacones a lo lejos. Tic-tic tac.

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