domingo, 15 de junio de 2008

Una chica es pasajera

Jueves
Manejo por el bulevar, con el tacómetro a ciento veinte, tal vez sea más, los nuevos rines no me permiten saberlo, quizá ciento cuarenta, o ciento cincuenta, no sé, sólo sé que mi salida es la próxima, aún estoy en el carril de alta, la lateral está a un paso, me atravieso veloz, origino un enfrenon, oigo un claxon, es un de un taxi, un Filán dos puertas sin el asiento delantero, en mi retrovisor destaca el conductor iracundo, volteo hacia el espejo derecho, me incorporo a la lateral, vuelvo a mirar el espejo central, una chica es pasajera, sin rostro, sin rostro aún, hasta el semáforo, donde me detengo, donde el taxista me insulta, donde se suelta una ráfaga de viento que yo no siento porque llevo las ventanas cerradas, pero la chica del taxi sí, entra el polvo al Filán, ella se tapa los ojos, no veo su cara pero el gesto que hace al tratar de tallarse me da curiosidad, sólo sé que es joven, y alta. Y pasajera.
Al entrar al estacionamiento del autódromo Cugnot me piden cincuenta pesos, yo reclamo con mi invitación en la mano, no basta, la invitación es para el autódromo, no para el estacionamiento, pago, miro el retrovisor y veo avanzar el taxi, me percato de que ha dejado a alguien, hay mucho lugar, y un cuerpo femenino al lado de mi auto, no veo el rostro, sé que es la chica que venía en el taxi, adelanto unos metros el vehículo, lo apago, volteo hacia la muchacha cuando viene una nueva ráfaga de aire, la despeina y ella se cubre los ojos, sus pechos destacan, su cintura, su trasero, sus largas piernas descubiertas, su minifalda anunciando la cerveza Ice Brown, sus axilas desnudas, como su espalda, el polvo, la velocidad del viento, su pelo viajando, sus ojos tapados por unas delicadas manos, y me pregunto por qué pienso que sus manos son delicadas si no la tengo tan cerca, pero me respondo que se ve tan deseable que sus manos sólo pueden ser delicadas, o veloces, sí, eso es, son veloces, siento el deseo de que me desnuden velozmente, pero dejo de mirarla para que no se dé cuenta. Sabe que la deseo.
Un motor empieza a sonar mientras busco mi palco, con el autódromo vacío, con los puestos de los patrocinadores apenas armándose, con la chica del taxi maquillándose, mirando su espejo, dándome la espalda, su pelo lacio volando, su espejo buscándome y buscando unos ojos cafés, los de ella, o los míos, el primer arrancón de la mañana, el inicio de las pruebas para el Gran Premio del domingo, el inicio del deseo, el auto que veo alejarse rápidamente, la blanca falda entallada que se ha metido entre los glúteos de la edecán, su mano derecha que en forma discreta libera la falda y los calzones de la línea del ansia. Presiento.
Llega una segunda edecán, rubia pero con seguridad de ojos cafés, Ice Brown, luego les llevan unas cajas, yo oigo que un motor se acerca, es un zumbido primero, después parece un avión, y pasa a más de doscientos por hora, ha concluido sus pruebas, así lo indica una bandera a cuadros que se agita cerca de donde las edecanes empiezan a sacar gorras de las cajas, tengo tentación de pedirles una, me abstengo, me levanto, saludo a Efrén, lo abrazo, nos sentamos, miro que mi Temps Nouveau marca las diez y diez, la hora en que concluyen las pruebas del Karcher que ha estado dando vueltas los últimos veinticinco minutos, alzo la mano y pido una cerveza Wonderbeer, una marca distinta de la Ice Brown que anuncian las edecanes, una marca más sabrosa, pero no hay, sólo puedo escoger entre Ice Brown clara y obscura, así es esto, así son los patrocinios, miro a las edecanes, una con el pelo negro, la del taxi, y una rubia, la que llegó después, escojo la obscura, Efrén la clara, bebemos con rapidez, pedimos más, flirteo entre sorbo y sorbo. Salud.
Las cervezas y los coches van y vienen, nosotros las recibimos llenas y las devolvemos vacías, los coches pasan veloces, las edecanes sonríen, coquetean, les coqueteamos, nos ignoran, las ignoramos, me siento ebrio, Efrén lo está, mi Temps Nouveau dice que son las dos y veinte, tenemos hambre, él camina con dificultad, yo no tengo problema, pasamos junto a las muchachas de Ice Brown, yo las trato de evitar, Efrén pasa su mano sobre la falda de la rubia, y ella gira la cabeza para saber quién la tocó, yo ofrezco disculpas en su nombre, él no puede hablar, la chica se muestra molesta, la del taxi me mira, yo la evado y reitero las disculpas pero hablo con dificultad, nos alejamos de ellas, Efrén dice que ya se va, lo cuestiono porque no está en condiciones de manejar, él insiste y se aleja, ni me despido, camino hacia el baño, saco mi pene que está demasiado duro para sólo haber bebido cerveza, empiezo a pensar en cómo conquistar a la edecán que bajó del taxi, orino demasiado, bostezo y me olvido de la Ice Brown obscura, camino con torpeza, tengo ganas de unas carnitas pero el sueño me vence, ando hasta mi coche, lo abro con el control remoto, echo el asiento hacia atrás. Duermo.
Oigo que alguien toca el cristal, despego los ojos con dificultad, me doy cuenta de que está anocheciendo y de que hay un rostro femenino fuera de mi auto, es ella, la del taxi, y yo intento bajar la ventanilla, no puedo, el auto está apagado, lo enciendo y presiono el botón, Ey, despierta, ya acabaron las pruebas de hoy, me dice, y yo miro el Temps Nouveau, sus manecillas volaron, el alcohol también, tengo resaca, me siento hecho un tonto, la chica se aleja, pienso con dificultad, se aleja más, su trasero me excita, el aire mueve su cabello, como toda la mañana, arranco el auto, me le acerco, Hacia dónde vas, pregunto, y ella dice que a Montañas de Santa Prisca, Yo voy para allá, te llevo, duda pero se sube, Tengo hambre, comento en el coche, Yo también, contesta, y la invito a cenar, aunque dice que se siente incómoda con el uniforme, es evidente que lo está, porque mientras manejo no retira su mano derecha de la zona púbica, la falda es tan corta que en cualquier movimiento mostraría los calzones. Deseo. Que lo haga.
Entramos al Mesón de Abraxas, cenamos y yo bebo cerveza nuevamente, una Wonderbeer, bromeamos, reímos, ella dice sentirse cansada, acomoda su cabeza sobre mi hombro, como si nos conociéramos de toda la vida, adopta ademanes afectivos como si nos quisiéramos de toda la vida, pega sus pierna derecha a mi izquierda, deja que yo ponga mis manos sobre sus piernas, acerca sus pechos a mí como si quisiera que yo bebiera de ellos toda la vida, y yo dudo, me pongo nervioso, bebo cerveza, respiro con dificultad, pero la toco, poso mi mano derecha sobre su pubis, siento las miradas de otras mesas, y mi mano húmeda, miro su rostro infantil, de dieciocho o diecinueve años, dieciocho confirma ella, ojos café claro, Brown Ice, nariz afilada, una barbilla pequeña, suave, inmadura, boca delgada, que beso, lengua áspera, que lamo, cuello blanco, que muerdo, bellos enredados, que toco, cuenta que pago anticipadamente porque, a petición de otros comensales, el capitán del restorán nos pide que nos retiremos. Y nos vamos. Excitados.
El hotel Luz está cerca del Mesón de Abraxas, manejo con el acelerador hasta el fondo, veo la entrada del hotel, freno, escucho un altavoz que me indica Pase a la habitación veintitrés, una cortina se corre atrás de mi auto, la chica del taxi, Sharon, sube las escaleras, yo pago el cuarto, un avión pasa sobre el hotel, se oye el estruendo, estamos cerca del aeropuerto, no será la única nave que escuchemos, tres durante el cachondeo que precede a la desnudez, dos durante el coito, y una más durante mi orgasmo, después callan, callamos, miramos nuestros cuerpos desnudos, sudorosos, nos acariciamos con sorpresa, como si no hubiéramos fornicado minutos antes, como si nos quisiéramos, como si no tuviéramos apenas unas horas de conocernos, en silencio, con mi cuerpo aún dentro de ella, reduciéndose, me retiro, amarro el condón, lo tiro, intercambiamos pocas palabras, miramos el cuarto, el papel tapiz viejo, sucio, la cama que se mueve y la cabecera que poco a poco empieza a chocar contra la pared, como todos los días a todas horas, como chocan nuestros cuerpos otra vez, como vibran nuestras cuerdas vocales con dificultad, sin pronunciar palabras, sólo ruidos extraños, el lenguaje del frenesí, del deseo de disfrutar cada segundo de sexo, como hacemos hasta el éxtasis, hasta que me vacío, hasta el cansancio. Luego dormimos. Extenuados.
Viernes
Amanece para Sharon antes que para mí, quizá porque tiene que trabajar o quizá porque no me di cuenta de que se fue en la madrugada, mucho antes de que el sol pensara en salir, y yo despierto excitado, con ganas de cogérmela otra vez, trato de recordar todo, su cara, sus ojos, bellos ojos, Ice Brown, necesito una cerveza, otra vez estoy crudo, necesito una chupada, me limito a jugar solo, no acabo, tengo esperanzas de que por la noche la desnude otra vez, miro el Temps Nouveau, las once de la mañana, no sé si ir al gimnasio, o al autódromo, o dormir más, es viernes, continúan las prácticas de los que correrán el Gran Premio del domingo, me levanto, corro a la regadera, ansío a Sharon, no la tengo, pero la huelo, hasta que el agua limpia el sudor de la noche anterior, me sorprendo de la facilidad con que me la ligué, me sorprendo y me asusto. Me excito.
De pronto me viene una preocupación, cierro la regadera con prisa, me seco a medias, corro hacia mi chamarra, busco mi cartera, está allí, reviso los billetes y aún tengo bastantes, no sé si falta alguno, allí están las tarjetas, busco la invitación para el autódromo Cugnot y la hallo, busco mi reloj y olvido que ya lo miré esta mañana, busco las llaves del coche y no están, temo que lo haya robado, me visto con prisa y compruebo que el auto no está, pregunto a un trabajador a qué hora se fue el coche, no me sabe decir, y yo sigo indagando hasta que descubro que me dejó como a las tres de la mañana. Huyo.
Al salir del hotel me pregunto a dónde ir, la respuesta obvia es el autódromo Cugnot, aunque no me he cambiado, aunque tenga hambre y aunque no pueda conseguir un taxi, como no consigo, así que camino, miro que un tren pasa veloz frente a mí, me acerco a la estación del metro, compro un boleto, llego al andén, siento el aire poderoso que producen dos trenes que se acercan, uno viaja en el sentido opuesto al mío, el otro es un exprés que va por la vía central, los miro pasar, me pongo más nervioso, temo por mi auto, busco en todas las mujeres el rostro de Sharon, no lo encuentro, no lo hay, una chica es pasajera, pero no se parece, pocas como ella, quizá, una de las mujeres más bellas con las que me he acostado, o la más buena, sí, sin duda la más buena, un tren se acerca, me sobresalto, se detiene, subo, arranca, viajo por un túnel, me preocupa mi carro. Quiero acostarme con Sharon otra vez.
La estación en la que desciendo está lejos del autódromo, tengo que caminar, cruzar el río Poroso, ver que su caudal golpea con fuerza las orillas, ha crecido con las lluvias recientes, escucho los motores de los autos que están en las pruebas del Cugnot, atravieso el estacionamiento, saco la invitación, entro, busco el puesto de Ice Brown, descubro que sólo está la rubia, no la que me cogí ayer, Y Sharon, pregunto, Fue a descansar unos minutos, no tarda, responde la modelo, miro cómo se marcan sus pezones sobre la playera sin mangas de Ice Brown, me obsequia unas calcomanías, yo salgo hacia el estacionamiento y busco mi auto. Encuentro mucho más.
Un disco compacto se escucha a lo lejos, camino hacia allí, veo un Sender rojo como el mío, tiene el quemacocos abierto, me acerco y descubro que Sharon está dormida, con la música fuerte, tiene ojeras, se ve cansada, aún así es bella, alzo la mano derecha, estoy a punto de golpear la ventanilla, de reclamarle que me haya dejado en el hotel, que haya tomado mi vehículo, me abstengo, se me ocurre otra cosa, me quito los zapatos, me trepo al techo del coche, miro por el quemacocos, ella sigue dormida, o tal vez finge, me introduzco de cabeza, estoy de cabeza, siento la sangre del cerebro, estiro la mano y comienzo a acariciarle los pechos, sonríe sin abrir los ojos, lo que supone que sabe que soy yo, me sostengo con las piernas, luego empiezo a caer, y conforme caigo sobo el cuerpo de Sharon, estoy excitado, es de día y no tengo control sobre lo que hago, cualquiera puede vernos, sobo su calzón, lo retiro, lamo su clítoris, descubro que tiene una cicatriz de cesárea, me sorprendo de que una chica de dieciocho años pueda tenerla, pero la tiene, me olvido y la sigo lamiendo, ella se deja, sólo me soba, gime, gime más, gime con fuerza, grita, se asusta, voltea hacia todos lados, abre el coche, sale con los calzones atorados a la altura de los tobillos, se los acomoda delante de una pareja que acaba de estacionarse, se apena pero huye hacia el puesto de Ice Brown, y yo permanezco acostado en el auto, sin zapatos, con la cabeza cerca de los pedales y con los pies en el asiento del copiloto. Quiero que el tiempo vuele. Y vuela.
En vez de entrar a ver las pruebas del Gran Premio decido ir a mi casa a cambiarme, llego y me baño otra vez, salgo desnudo, no hay nadie, permanezco así sobre la cama, miro hacia el techo, la lámpara, el tirol, las esquinas, una telaraña en una de ellas, bajo la cabeza hacia mi cuerpo, me observo, imagino a Sharon sobre mí, surge la erección, estiro la mano, cojo la toalla, no me quiero ver así, me tapo, acomodo dos almohadas sobre mi rostro, me cubren de la luz del sol, hago el esfuerzo por dormir, y duermo, y despierto, y me visto, y salgo con prisa hacia el autódromo, tengo ansia de ver a Sharon, estoy nervioso, manejo descuidado, el espejo de mi auto golpea al de otro coche, pero no me detengo, el tren suburbano corre junto a mí, vamos a la misma velocidad, acelero, lo dejo atrás, lo olvido, tomo otra avenida, voy por los carriles centrales, en el de alta, me atravieso para salir, un conductor me insulta, recuerdo al taxista de ayer, luego lo olvido, sólo miro por el retrovisor y descubro que una chica es pasajera, me cuestiono si Sharon lo es, no lo sé, no lo sé. Yo sólo quiero cogérmela otra vez.
Pago el estacionamiento, me apeo del auto, camino, muestro mi invitación, busco mi palco, saludo de lejos a unos conocidos, me quedo solo, pido una Ice Brown, Morena por favor, y la miro, quiero que todo termine, y Svinsky termina su prueba, se baja de su Quetzal, se quita el casco con los colores del lubricante Bolbol, la marca que anuncia por todos lados su uniforme, se acerca al puesto de Bolbol, se toma una foto con las edecanes que visten igual que él, besa en la mejilla a una de ellas, y en eso se acerca el Ferriol que patrocina Ice Brown, Sharon y la rubia regalan ahora playeras, inician las pruebas del Ferriol, yo miro el Temps Nouveau, son las cinco y tres, sólo falta un piloto más después del Ferriol, que empieza a dar vueltas, cada vez más veloz, y el Temps Nouveau cada vez más lento, más lento, y más lento, y mi corazón más rápido, y Sharon lo sabe, de vez en cuando me mira y me sonríe, pero lo hace porque yo no puedo dejar de mirarla, y sin embargo actúa con naturalidad, como si todos los días le hicieran cunnilingus desde el quemacocos de un coche, como si todos los días tuviera que acomodarse los calzones delante de una pareja de desconocidos, y luego se acerca al conductor del Ferriol, lo abraza, siento celos, los fotografían, se separa unos instantes, la rubia abraza ahora al piloto, luego regresa para que les tomen unas placas a los tres, con una Ice Brown en la mano ellas, él con dos, Sharon sostiene la morena. Yo también. Y también sueño con sostener a la morena.
Después de que terminan las pruebas Sharon empieza a empacar los obsequios que han estado regalando, el aire despeina su cabello, yo permanezco en el palco, no hay nada que ver, salvo a las modelos de los patrocinadores, cada una metiendo en cajas los regalos que sobraron, y conforme veo que tienen menos que empacar me levanto, me acerco al puesto de Ice Brown, Vamos a cenar, pregunto a Sharon, Estoy muy cansada, me voy a mi casa, contesta, Yo te llevo, No, me voy sola, y yo no me espero esa respuesta así que insisto, Vamos a cenar, Quiero estar sola, por favor vete, y me voy, pero no lejos, sólo lo suficiente para que no descubra que la estoy esperando, para verla salir y caminar con ella desde la puerta que da a las gradas hasta la del estacionamiento, donde hay algunos taxis esperando, primero al público y después a las edecanes, que empiezan a salir, las de Bolbol abordan uno, dos chicas son pasajeras, Sharon sale de la zona de gradas, Ándale, te invito a cenar, Déjame en paz, por favor, creo que me estoy excediendo contigo, así que yo camino en silencio junto a ella, quien insiste en que la deje, nos acercamos a una camioneta de carga, una Van Divan, sin ventanas, vamos a pasar por enfrente, se me ocurre algo, jalo a Sharon, la aviento contra el vehículo, se golpea un poco la cabeza, pero antes de que se sobe la beso, se resiste un poco, después se deja, y la froto por encima del calzón, así permanecemos por unos minutos, hasta que llega el dueño de la Van Divan, y sin pedir disculpas nos alejamos, entramos a mi Sender rojo, nos volvemos a besar, y a acariciar, trato de desnudarla pero me suplica Aquí no. Y ahí no.
Mientras buscamos un hotel Sharon ve un lugar para bailar, bar La Torreña, no es un lugar fino, al contrario, es un pequeño antro en donde tanto ella como yo destacamos por la altura, y donde cualquiera baila mejor que nosotros, pero hacemos el intento, la música es caribeña, el cachondeo es mayor, Sharon está empapada, yo llevo los boxers pegados, nos besamos, seguimos tratando de danzar como todos los demás, cada vez es más difícil, imposible, Sharon me anuncia que irá al baño, la sigo, el baño es asqueroso, y pequeño, y yo cierro la puerta detrás de mí, le arranco los calzones que esta misma mañana le había bajado en el coche, abro mis pantalones, no los bajo, tampoco tengo tiempo de buscar en ellos alguno de los dos condones que traigo, alguien toca la puerta, la penetro, alguien toca con más insistencia, gemimos, alguien grita desde afuera, gemimos más fuerte, la música calla, me vengo dentro de Sharon, nos insultan desde fuera, cierro mi pantalón, Sharon acomoda su falda lo más bajo posible para que no descubran que ya no tiene bragas, salimos, nos agreden, le dan nalgadas a Sharon, el personal de seguridad del bar nos amenaza, dicen que llamarán a la policía, saco billetes, no se conforman, saco más billetes, nos dejan salir pero a Sharon le gritan Puta, llora, se siente puta, trato de besarla. Me evade.
Sábado
Es el día de la clasificación, yo me levanto temprano para ir al gimnasio, hago una rutina de pectorales, me canso más que otras veces, aún así me quedo dos horas, también hago bicicleta, transpiro hasta empaparme, me baño, me visto, subo al coche, acelero hacia el Cugnot, arribo, está más lleno que los días anteriores, me cuesta trabajo encontrar lugar para el auto, pero no en las gradas, tengo un palco, para mí solo, y para Efrén, me saluda de lejos, se acerca, entra al palco, es inoportuno, temo que bebamos otra vez sin parar, Me agarraron el otro día, Quién, La policía, porque iba pedísimo, y mientras platica su aventura Sharon se queda sola en el puesto de Ice Brown, quiero dejarlo para saludarla y poder disculparme, pero él no calla, insiste en narrar las peripecias que cometió, la negociación que antecedió el soborno, el soborno mismo, Sharon sola y yo con un amigo que se niega a dejarme ir a hablar con ella, y cuando calla la oportunidad pasa, llega la rubia al puesto de Ice Brown, y yo pido una morena, Efrén no quiere tomar, empieza la exhibición de los coches que no participarán en el Gran Premio, cada uno da una vuelta y llega a toda velocidad, luego frena de golpe, algunos se derrapan en línea recta, otros de costado, otros se logran detener en unos cuantos metros, y en eso Sharon pasa frente a mí, con el pelo volando, la saludo pero no voltea, parece que está enojada. Tiene razón para estarlo.
A las doce cincuenta y cuatro miro mi Temps Nouveau y pienso que los automóviles de la Fórmula Uno no tardan en salir, ya no hay exhibiciones ni pruebas, sólo la expectativa de quiénes serán los carros que estén delante en el Gran Premio, cada vehículo sale, da una vuelta de calentamiento y al llegar a la línea de meta acelera, los dos que tengan los mejores tiempos estarán al frente mañana, en un tablero electrónico se contabilizan, casi ocho minutos tarda cada calificación, cada auto da tres vueltas, incluyendo las de calentamiento y enfriamiento, son veinticuatro, son tres horas. Tengo hambre.
Cuando los coches están cerca miro la pista, y cuando no lo están busco a Sharon, pero ella sólo me da la espalda, pierde la naturalidad de ayer, se ve molesta, tengo tentación de contarle a Efrén lo que pasó, pero callo, luego se va del palco, me acerco a Sharon, delante de la rubia me pide que no la moleste, yo le pido un encendedor de Ice Brown, me lo obsequia la otra, a partir de entonces sólo la miro de reojo, las pruebas continúan, me distraigo viendo a otras chavas, hay mucho que ver, bromeo con unas que están atrás del palco, por momentos me olvido de que ayer tuve sexo en el baño de un bar mugriento, me olvido de que me introduje en mi auto por el quemacocos, me olvido de que fui al autódromo a divertirme viendo pasar coches a toda velocidad, me olvido de que los veo, y sin embargo los veo, las llantas giran como si no existieran, se siente la vibración conforme se acercan, se siente un gran vacío conforme se alejan, y yo no sé si me siento vacío al saberme ignorado por Sharon. Tal vez me importa muy poco.
Las pruebas terminan, busco a Sharon por última vez en el puesto de Ice Brown pero no está, miro hacia otros puestos y tampoco la encuentro, la rubia está empacando sola, la morena se ha ido, yo me voy, no me despido de ella, La veré mañana, pienso, y me convenzo de que así será, salgo, camino hacia mi auto, ella me está esperando, me acerco con incertidumbre, no sé qué va a pasar, no sé si fornicarla sobre el cofre, no sé si bajarme los pantalones y pedirle que me la chupe, no sé, ella sí, me abraza, me besa en la mejilla, en el cuello, en una oreja, Me invitas a cenar, pregunta, y yo asiento con la cabeza, abro su puerta, se introduce, la cierro yo mismo, ella se estira y abre la mía, a pesar de que el seguro ya estaba levantado por el sistema eléctrico, pero ella se empeña en mantener mi puerta separada, entreabierta, la cortesía de una mujer frente a la de un hombre, cada quien abre la puerta a su pareja, y entonces enciendo el auto, por primera vez no platicamos nimiedades, no hablamos de los coches ni de las cervezas, por primera vez no hablamos de sexo, Quién eres, me pregunta, Quién eres, me pregunto, y lo mismo se repite en el Café del Volcán, donde nos respetamos, nos resistimos a manosearnos, a desnudarnos como los dos días anteriores, le pregunto sobre su hijo, Va a cumplir tres años, me contesta, nació cuando yo tenía quince, pero vive con su papá, y entonces yo hago preguntas sobre el padre del niño, sobre la relación con su hijo, pero ella es indiferente, sólo le interesa vivir el presente, tener dinero, que la inviten a salir, coger, sí, le gusta coger, no lo dice pero le gusta, me lo ha demostrado, me lo demostrará otra vez. O no, tal vez sólo será sexo oral.
Salimos del lugar dudando de lo que haremos, nos metemos al coche en silencio, nos besamos, chascamos, no sabemos si tocarnos o no, si desnudarnos o no, no es el lugar, es cierto, pero tampoco lo fue ayer el baño de La Torreña o el estacionamiento del autódromo, ni antier el Mesón de Abraxas, empiezo a conducir y la masturbo, pero ella no se atreve a hacerme lo mismo, hasta que yo abro mis pantalones, saco el pene y la atraigo hacia mí, manejo y ella mama, parece que lo disfruta, se retira los calzones, se toca mientras chupa, gime mientras yo manejo, subo la velocidad, siento la velocidad, abro el quemacocos, subo el volumen de la música, me emparejo con otro auto que viaja veloz, el conductor me mira, Sharon levanta la cara para observar mis gestos, el que maneja el otro coche constata que una chica es pasajera, acelero, me alejo, lo pierdo, disfruto la felación, me enciendo, pienso que terminaré en su boca, me excito cada vez más, sigo acelerando, veo sólo líneas blancas que se pierden debajo de mi coche, Sharon sigue, insiste cada vez más rápido, no sé qué hacer, me voy a venir en cualquier momento, viene una curva, siento que sube la temperatura de mi cuerpo, me acerco a la curva y tengo que frenar, pero no sé dónde está el freno, Sharon sigue, sigue, se toca, gime, chupa, la curva es inminente, no encuentro el pedal, subo el pie izquierdo para soltar el acelerador y presionar el freno pero se atora, lo muevo y acelero pero no freno, me estoy viniendo, no puedo mirar hacia el frente, los ojos me lloran, mi auto golpea la pared del bulevar, mi semen se derrama sobre la boca de Sharon, giro hacia el lado opuesto, las llantas se revientan, el semen sigue saliendo, ella trata de incorporarse, el auto trepa a un camellón, Sharon no logra acomodar sus manos, nos estrellamos contra un árbol, yo no sé qué hacer, mi pecho se va hacia delante, se oye un estallido, las bolsas de aire se inflan, una chica es pasajera, la cabeza de Sharon se proyecta hacia mis pulmones, me falta aire, el cuerpo de ella vuela dentro del coche, mi tórax regresa hacia el respaldo, casi no puedo respirar, hay humo, Sharon gira hacia el suelo, parece un trapo, lo es, de su boca escurre sangre, y semen, y yo siento que me falta algo, sangro de todos lados, creo que estoy a punto de morir, veo a Sharon muerta, los ojos se me cierran, trato de abrirlos, veo la muerte. Y muero.
En el camino siento que viajo en un helicóptero, pero vuelvo a morir, horas más tarde despierto en un hospital, la televisión está encendida, los coches pasan veloces, Qué es, pregunto, Es el Gran Premio, cierro los ojos y recuerdo todo, menos el deseo. No puedo recordarlo. Una chica es pasajera.

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