sábado, 8 de marzo de 2008

Déjà vu

Cuando descubrí que había vuelto a nacer tuve el impulso por repasar lo que había hecho en los últimos días para tener la oportunidad de volver a vivir, buscando una explicación sobre mi renacer. En realidad eso era lo de menos, pero tardé un tiempo en darme cuenta. Sigo pensando que es completamente extraño, pero desde que tuve los primeros síntomas de que estaba en un déjà vu psíquico quise descubrir qué había hecho y dónde había estado, para tener la oportunidad de vivir mi vida de nuevo. Llegué a pensar que era víctima de algún trabajo mágico o de brujería, sigo pensándolo, pero también tuve la impresión de que crucé una puerta especial que me hizo retroceder varios años, no sé cuántos.
Cuando era pequeño, el hueso ilíaco me molestaba para dormir porque yo era demasiado flaco y entonces mi piel se veía presionada por el peso de mi cuerpo justo en el extremo de la cadera. Por años sentí esto cuando intentaba dormirme. Creo que tardaba mucho más que cualquier otro niño. Conforme pasaron los años fui subiendo de peso y modificando la estructura del esqueleto, como algo natural del camino entre la infancia y la edad adulta. El primer síntoma de que había vuelto a nacer fue que, después de muchos años, y a pesar de mi panza cervecera, el hueso ilíaco volvía a darme lata tanto para dormir, como a lo largo del día. En un principio sólo pensé que se trataba de algo pasajero, pero cuando tuve otros síntomas de mi renacer supuse que en verdad la vida me había dado la oportunidad de ser otro, sin perder lo que había aprendido.
El siguiente síntoma fue mostrarme más distraído ante todo el mundo, algo que creí haber superado desde hacía muchos años. Es más, yo presumía de poder leer el periódico mientras manejaba, y cuando me detenía en un semáforo podía tener un ojo en el rotativo y otro en el lugar de la luz verde, para que cuando el garabato se encendiera yo pudiera avanzar. Ahora me pitan los de atrás y más de una vez he cambiado de carril, todavía con suerte, sin darme cuenta de qué tan cerca está el auto vecino. En mis años mozos yo era tan distraído, que todavía una compañera de la preparatoria se burla hoy de que en esa época yo no la volteaba a ver ni aunque me mostrara sus pechos descubiertos.
Luego me pareció extraño que una vecina que tiene unos 16 años me saludara muy sonriente un día que regresara de su escuela vestida de uniforme, pero más extraño fue que yo me sonrojara como si tuviera su edad y estuviera enamorado de ella.
Hasta aquí podría decirse que se trata de simples coincidencias, pero cada vez que me encuentro a una persona que tenía al menos dos meses de no ver me dice que me ve distinto, que no sabe qué es, pero que no es ni el pelo, ni la barba, ni mi cuerpo, simplemente que me ve diferente, como si incluso fuera otra persona.
Las mujeres que otrora prometían en vano devolverme las llamadas, e incluso las que se negaron alguna vez a salir conmigo, me buscan con insistencia y, lo que me pareció todavía más extraño, ya una llegó de improviso a la casa y se me desvistió, sin copa ni petición de por medio, en la sala, con las cortinas abiertas y a plena luz del día. Hicimos el amor y cuando terminamos dijo, Nunca pensé que TÚ pudieras hacerlo de esa manera.
En el trabajo ocurren cosas similares. Un par de empleados que a menudo se confabulaban para no hacer lo que yo pedía que se hiciera, ahora tiemblan cada vez que paso y con voz dubitativa suelen preguntarme a cada rato si no se me ofrece nada.
Las marcas que me costaba encontrar en el supermercado ahora están en oferta a la entrada del mismo. Las calles en las que nunca encontraba dónde estacionarme ahora tienen un lugar exactamente del tamaño de mi auto. En el radio ponen las canciones que tengo ganas de escuchar, y en el Vips incluyen en el menú del día todos mis antojos a precio especial. Si juego un solitario en la computadora el nueve negro aparece cuando lo necesito.
Yo, que me sorprendía de no ser adicto a ninguna película en especial, ahora he visto hasta dos veces en la misma tarde la misma cinta. Jamás elogiaba la comida que me servían y hace unos días surgió ante mi madre la voz espontánea de Estuvo riquísima tu comida.
Alguien me dijo que probablemente cambió mi aura y que esto pudo haber sido por una sobrecarga magnética, por brujería, o incluso porque sin darme cuenta superé un trauma que tenía guardado por años en mi inconsciente.
De cualquier manera, ahora me he preguntado qué quiero hacer. Me resulta muy molesto que el hueso ilíaco esté presionando mi piel durante todo el día. Me dejé la barba para ofrecer siempre una justificación al Te ves diferente, pero aún así decían que mi cambio estaba mucho más allá de lo físico.
Creo que ya antes había soñado con tener la oportunidad de vivir muchas cosas, las chicas que no pretendí cuando me coquetearon, las fiestas a las que no asistí, los viajes que no hice, los balbuceos cuando tuve que reclamar mis derechos, los pleitos innecesarios, las injurias que proferí, las personas que no saludé, las ayudas que no presté. De pronto se me ofrece la oportunidad de enmendar mis errores, de corregir mi camino, de dar lo que no di. Ahora que siento que estoy ante la oportunidad de revivirme, tengo un miedo terrible de repetir mis errores.
Hace algunos años me surgieron dos oportunidades de trabajo al mismo tiempo. Una que implicaba un gran salto en mis ingresos y otra que representaba un proyecto muy importante en el que me iba a realizar y a aprender muchas cosas. Opté por la de mayores ingresos, y resultó que no me duró el tiempo que yo esperaba y finalmente tuve que buscar otro trabajo, todavía más modesto que el que tenía originalmente. Dejé de vivir tantas cosas por falta de recursos que ahora que siento un renacer psíquico me cuestiono qué haría ante la misma disyuntiva.
Me pregunto también si buscaré el mismo tipo de mujeres que he buscado por siempre, ese tipo de mujeres que me han rechazado por siempre, o si ahora debo ser más modesto, o si mejor pienso que tengo la madurez de un hombre de treinta años con las oportunidades que tuve a los veinte, pues no puedo negar que la mayoría de las mujeres que me rechazaron lo hicieron porque fui bastante torpe al conquistarlas. ¿O es que acaso debo conquistar a mi joven vecina, como respuesta a su sonrisa coqueta de hace unos días? Creo que aún en ese caso caería en el ridículo en el que caí a su edad cuando alguna compañera me sonreía con cara de Voy a comerte, sólo para sentirse la más sexy de la escuela.
¿Debo ser más prudente o debo ser más arriesgado? ¿Renacer mentalmente es una oportunidad o un castigo? No lo sé, sólo sé que alguna vez lo soñé y hoy estoy frente a ello. Dirían los sabios orientales que es crisis y es oportunidad al mismo tiempo. Yo sólo sé que mi vida comienza y que tengo que manejar con más cuidado, fornicar con condón y no perder el sueño por un estúpido dolor en la cadera.

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