Alguna vez entré en un restorán sin que nadie notara mi presencia. Era como un fantasma pero pronto me convertí en el primer comensal de la tarde de un día flojo, tal vez fui el único cliente, y mientras el poco personal del lugar atendía la cocina, e incluso pasaban cerca de mí sin siquiera sentirme, yo me sentaba y me liberaba del cansancio luego de una larga caminata. Tuve que avisarles que había llegado, y ya después todo estuvo bien, el tequila, la sopa azteca, la cecina, y la cerveza. Creo que no comí postre.
Esta experiencia me condujo a otra muy extraña, semanas después, porque soñé que entraba a una casa que a la vez era restorán, pero en vez de sentarme en una mesa y esperar a que me atendieran, seguí caminando con mucha libertad, como si la conociera desde hace tiempo, creo que incluso se parecía mucho al departamento en el que viví mi infancia. En algún momento una mujer me gritó, un tanto asustada, qué hacía yo allí, y yo me apenaba tanto que decidía desaparecer. Al momento de desaparecer sentí que viajaba a otra dimensión, como si hubiera la posibilidad de que de la nada pasara de la casa hacia otro mundo. Ese cambio lo sentí concientemente, ya no en sueños. Me empecé a asustar de estar entrando en otra dimensión, tanto a nivel conciente como inconsciente. Sentí que mi cuerpo flotaba e hice el esfuerzo por despertar, pero en realidad el camino entre el sueño y la conciencia fue tan natural que empecé a dudar que hubiera estado dormido. Puedo decir que había una prueba de que algo inusual había pasado porque en medio de mi susto, cuando mi cuerpo flotaba tuve la sensación de girar, de que yo estaba sobre la cama en una posición perpendicular a la cabecera, y con el giro quedé en diagonal. Al despertar desconocí mi recámara, aunque luego me di cuenta de que precisamente por mi posición las luces de la calle se veían distintas a otras noches.
Todavía pienso que algo extraño sucedió esa noche. Es decir, creo sí floté, creo que sí giré. Dicen que con la meditación trascendental se puede levitar ligeramente, o dar saltos sobre el piso. Ahora yo pienso que se puede levitar en sueños. Sin duda me asusté cuando pasaba de la casa–restorán a la otra dimensión, y eso me hizo aterrizar. Pero cuando abrí los ojos no estaba espantado, sólo sorprendido.
Ahora, cuando me acuesto a dormir, extiendo mi brazo, miro mi mano y su aura, y hablo con ambas, les pido que me ayuden a repetir la experiencia de esa noche. No lo he logrado. También he intentado desdoblarme, o buscar concientemente la manera de absorber mis pensamientos en sí mismos y así experimentar una nueva dimensión. Sé que suena una locura, pero desde la noche que floté creo que todo es posible.
jueves, 20 de marzo de 2008
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