El carril de la izquierda era para dar vuelta, y por su manera de conducir, un minuto antes sabía que me estorbaría. Nacido para estorbar chinga tu madre quítate pendejo si estuvieras muerto estorbarías menos. Las frases pronunciadas eran una parte. El sonido del claxon era otra, un dedo tensado y los demás recogidos completaban la escena junto con un rostro deformado.
Esto es todos los días. Por épocas la calma me domina y nada me molesta. Pero otras épocas soy el abominable conductor que, junto con otros, hace de esta ciudad un monstruo. Claro, si no hubiera pendejos al volante tampoco habría monstruos. Media hora más tarde el vehículo de atrás me insultó a mí. El vehículo. Sí, los conductores no insultan, es el conjunto auto más conductor, llamado vehículo, que adquiere una personalidad propia.
Fuera del auto quizá el que me insultó o yo mismo nos transformamos y somos seres amables. Casi normales. Auténticos sicópatas. Mexican Psycho. No. No. No. Esto no es exclusivo de México. He visto peores escenas en ciudades más tranquilas. Urban Psychos.
Creo que todo tiene que ver con la certidumbre. Si yo sé que tengo una expectativa de traslado de 75 minutos, cualquier extensión me producirá estrés. Si yo ahorro minutos en la primera parte del trayecto, iré disminuyendo mi expectativa final, pero si en otra parte del trayecto pierdo los minutos ganados, también vendrá la explosión.
El otro día dejé el auto en un estacionamiento remoto. Mi estrés se redujo considerablemente. Pero mis tiempos de traslado se incrementaron. Como prueba no estuvo tan descabellado. Pero del diario podría encontrar mi estrés al máximo en la segunda mitad del traslado. Claro, quizá los apretujones me relajen. No lo sé.
Sólo sé que me sé Psycho.
viernes, 30 de mayo de 2008
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