martes, 6 de mayo de 2008
El pastor
Esto pasó un día en el bosque. Cuando empezaba mi excursión vi a un pastor y le dije buenas tardes. Él me miró con extrañeza y siguió el camino con sus ovejas, de lana amarillenta, sería una decena. Caminé mucho. Tropecé. Me cansé. Regresé a un llano que había visto al llegar, allí había una cruz, de dos metros de altura. Me persigné, y luego me acosté sobre el pasto a descansar. Debo haber dormido unos diez o quince minutos cuando me despertaron los cencerros. Empecé a platicar con el pastor. El hombre era moreno, muy delgado, iba muy abrigado, su piel se veía dura, arrugada, el ojo derecho estaba desviado hacia fuera. Miró hacia el cielo y comentó que las nubes ya se estaban cerrando. Hizo alguna referencia a la hora, yo miré mi reloj y dije “Van a dar las dos”, y él miró el suyo y dijo “sí, ya va a dar la una … yo nunca lo cambio, tampoco la otra vez lo cambié”. Sonreí. En seguida se fue y de lejos me dio una indicación para llegar más rápido a mi auto. Empezó a caminar hacia el pueblo, sin preocuparse si las ovejas lo seguían. Tomé el atajo y antes de llegar a mi coche me agaché, puse la frente sobre la tierra, dije “gracias” en voz alta, me levanté y subí al auto. Al poco tiempo empezó a llover.
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