¿Por qué últimamente evito pisar las divisiones de las lozas? No lo sé. Es un juego. Si tengo prisa no me importa, si no, volteo hacia abajo y voy caminando y ajusto el tamaño de mis pasos.
Es ocio.
¿Por qué tanto ocio?
Tengo la fuerza suficiente para de nuevo cambiar la inclinación de los rayos del sol. Me siento expectante. Lo estoy. Con alegría. Me siento automotivador al decirlo. Pero sí.
¿Por qué esta repentina simpatía con los automotivadores?
Siempre la he tenido en el fondo, pero me muevo como un péndulo entre la cursilería, el optimismo, la sonrisa permanente, la ilusión, de un lado, y la búsqueda de la tormenta, el dolor por los ojos grandes que se esfumaron de la memoria, el coraje, la inadaptación personal y colectiva.
Y entonces comprendo que en realidad evito pisar las divisiones del piso porque ellas me representan, es como evitar pisarme a mí mismo, me siento en medio de los mosaicos obscuros y los claros, los grandes y los pequeños, me siento siempre en medio de todo.
miércoles, 6 de agosto de 2008
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