domingo, 10 de agosto de 2008

Sueños delirios

No me gusta tu aliento, y sin embargo me gusta cogerte sin preámbulos, me gusta abrir tus piernas, penetrarte por donde nadie lo había hecho, donde nadie lo había hecho, en la transparencia de una ventana, con la delicia de una copa de vino, y al precio de a quien pueda perder a cambio. Me agrada hablarte de mis otras mujeres, me gusta que sueñes que un día me quedaré contigo, me entusiasma la idea de que incluso ese día pueda llegar a casa y decirte que te he engañado y que te prohibo que tú lo hagas. Me entusiasma provocarte, invitarte al amor lésbico, al intercambio, a la exhibición. Me excitan los hoteles de paso, los jacuzzis, las camas anchas, las películas porno. Me marea la idea de creerme un artista que trasciende, un soberbio escritor, un megalómano al que en vida comprenden y toleran sus humillaciones, y te humillo como si tú representaras a miles de seguidores de mi arte. Y eso también me excita, y de nuevo imagino cosas nuestras, arrojo al vacío cualquier compromiso, cualquier afecto. Contranatura se vuelve la diosa que invoco porque me da poder en medio de mi nada. Termino, grito, grito inmensamente, y pienso ya no quiero volver a estar aquí. Y aquí estaremos, una y otra vez, hasta que salga la última gota de mi magro poder, de mi falsa intelectualidad, y de mis agonizantes delirios.

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