jueves, 14 de agosto de 2008

Ingratas

Todos estos momentos, quiero decir, los momentos más vívidos de Blue Velvet, las prosas recientes, las narraciones cortas pero compartidas, duras o rosas, son espejos de una relación con la realidad. En el momento en que me vuelvo extranjero, bukowskiano acaso, me pierdo de esa relación con la realidad. Las dos tienen su saber. Ese desgarrar de venas por el amor que jamás quiso defender con hechos lo que dijo con sus palabras, o esa taquicardia por la llegada de una nueva ilusión, suponen un compromiso con la escena.
Por ejemplo, te deseo pero quiero no manifestarlo. Estoy muy enfemo de gripe. Llegas a verme y con cualquier pretexto me revisas, me desvistes, te penetro y hasta intento la concepción. Te vas y algo queda. Busco tu olor en la almohada sobre la que ni tiempo tuviste de descansar la cabeza.
En cambio, pasa el tiempo y me olvido de ti. Y entonces el tuteo es a la otra, a lo opuesto: tú eres la que canta, la que baila con cualquier pretexto, la que siempre está contenta, la de los senos grandes y cuando te tuve cerca preferí no buscar tu sexo. Estaba lejos de Bukowski. Allí estaba en la realidad. ¿Para qué quería tu cuerpo si no es eso lo que quiero de mi vida? ¿Para qué quiero tu cuerpo si me quiero puro? Ni la ilusión pasó por mí cuando te tuve cerca. Si no me regalabas tu alma, no tenía por qué soportar el resto -incluidas tus historias inverosímiles-. Ahora sí, dado el cambio de página, ven cuando quieras, pero no me pidas que te drogue por los oídos. Me he desconectado.
No extraño a Bukowski. No extraño perderme -regreso al primer tuteo- entre tu cuerpo al grado de violar rincones que no me has ofrecido, como aquella vez, en mi propia senda del perdedor. Ganaba unos centímetros más de ti, era un riesgo fácil, si te perdía no perdía nada que me interesara -eso sí, tu sexo me enloquecía, pero mientras no lo tuviera cerca podía vivir sin él-. En esa desconexión con los sentimientos que leo siempre en el Gran Bukowski me encuentro con un yo pasado, pero no me encuentro en el presente. Y claro, me siento muy defraudado. Ingrata, dice la canción de Café Tacvba, pero eres ingrata tú, tú o tú -incorporo un tercer tuteo, ya quién es quién es lo de menos-.
Entonces ocurre una gran paradoja: me extranjerizo. De pronto no soy el Bukowski extranjero que juega a ganar todas pero perdiendo a fin de cuentas la gran partida; tampoco soy el comprometido dispuesto a dar la vida por alguien. Soy un hombre de a pie convencido de que al menos en los próximos pasos -los próximos todo: los próximos viajes, el próximo departamento, el próximo sueño, el próximo esfuerzo- habré de andar solo -a veces pagando por sexo, a veces teniéndolo gratis y en casa, a veces incluso sin mucho frenesí-.
Pero la realidad, sin embargo, es esta: nunca habrá quien me limpie el culo. Eso lo sabemos todos, pero no lo comprendemos todos. Y por eso canto -a quién es el tuteo es lo de menos- ... Ingrataaa

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