martes, 12 de agosto de 2008

Fue en el Hotel Oslo, acuérdate

A ti, la primera siempre será la primera.
Karina estaba con que Sí que es tuyo, y yo con que No puede ser mío, y ella Sí no te hagas, y yo No me hago, no es mío y punto, no se hable más, no puede ser mío porque tú y yo tenemos mucho tiempo de no estar juntos, y ella contestaba entre llantos, Sabía que me ibas a hacer esto algún día, todos son iguales, nada más quieren acostarse con una y luego no se hacen responsables de los niños que fabrican, Cuáles niños, yo jamás he procreado niños, yo siempre me cuido de las enfermedades y de andar embarazando a mis amigas, Pero ese día no te pusiste condón, No sé de qué día me hablas, pero si no me puse condón seguramente fue porque no hice el amor, No te pongas a filosofar, para ti habrá sido coger, pero para mí hicimos el amor, No hicimos nada y no veo por qué tienes que cargarme a mí la paternidad de tu hijo.
La discusión que acabo de exponer se llevó a cabo en privado en el cuarto del hospital en el que mi amiga Karina estaba internada, tras haber parido a su hijo, cuyo padre no conozco, insisto, en verdad no conozco, tras de que me llamó por teléfono y dijo Estoy en el hospital puedes venir a verme, y yo fui sin saber ni sospechar de qué se trataba. Al entrar a la habitación fui sometido a un ataque de miradas que incluían lo mismo rostros conocidos que desconocidos, algunos de los cuales tuve que imaginar que eran su madre, su hermana, su abuelo, sus tíos, sus primos y sus compañeros de la escuela. Nadie me quiso saludar, otros murmuraban entre sí, y a los pocos segundos de que yo entré al lugar Karina clamó, Déjennos solos, y el cuarto se vació en un breve instante. Estuvimos como veinte minutos discutiendo hasta que la conclusión fue la misma Que no es mío, dije yo al salir, Que sí es tuyo, gritó ella, Qué poca madre, pensaron los visitantes que aguardaban con los oídos casi pegados a la puerta de la habitación en el momento en que salí presuroso para librarme del incómodo incidente.
Días después me enteré de que Karina bautizó a su hijo con mi nombre de pila, e incluyó como segundo nombre mi primer apellido, de tal manera que si no se mencionan los apellidos del niño, que son los mismos de la madre, el bebé se viene llamando como yo, y algunos hasta pensarán que es mi hijo, igual que lo pensó la propia Karina durante los nueve meses del embarazo y las tres semanas que transcurrieron entre el parto y la segunda discusión que tuvimos con respecto a la paternidad.
El día en que conocí al niño, él estaba dormido en un bambinetto, yo sentado en mi silla y hablando con discreción, Karina levantándose y sentándose de la suya, apoyando las manos sobre la mesa y reclamándome en voz alta. Nos reunimos en un Sanborn's, y las personas de las mesas cercanas volteaban cada vez más abiertamente, la mesera interrumpía con su Quieren más café, el capitán estaba atento a los movimientos de mi amiga y ella insistía en que hacía unos meses nos habíamos reunido en el Hotel Oslo, que dice que está en Eje Central y Viaducto, y que fue allí donde concebimos al niño, Yo no conozco el Hotel Oslo, repliqué, y además ya tiene un rato que tú y yo no estamos juntos, desde el día en que lo hicimos en la azotea de mi casa, te acuerdas, Sí, sí me acuerdo, pero me acuerdo también de que hicimos el amor dos veces en el Hotel Oslo en la habitación 110, una vez en la cama y otra en el Jacuzzi, Cuál Jacuzzi, en la vida he tenido relaciones sexuales en un Jacuzzi.
La discusión no avanzaba, Karina pidió un helado que nunca probó y yo nada más veía cómo se derretía, el niño comenzaba a despertarse y a clamar por alimento, su madre en medio de la furia se desabrochaba la blusa y sacaba uno de los pechos con tal naturalidad que parecía no darse cuenta de que todo el mundo la miraba, mientras yo me tapaba los ojos no sé si porque no quería observar su seno desnudo o porque quería simular que yo no estaba acostumbrado a verlo así. El bebé mamaba casi dormido, su madre seguía diciendo que si el Hotel Oslo, que si el Jacuzzi, que si lo hicimos dos veces, y ya me tenía cansado y avergonzado, Ni siquiera te despediste ese día, sentenció, No me despedí, ah, vaya, qué te parece si me ayudas a recordar, paso a paso, qué fue lo que hice, Hasta que al fin lo reconoces, bravo, siquiera dale un beso a tu hijo, No, yo no he reconocido nada ni a nadie, sólo te estoy pidiendo que me digas qué fue exactamente lo que sucedió ese día en el Hotel Oslo. A partir de ese momento no la interrumpí mientras narraba el acontecimiento en el que fue concebido mi homónimo.
Llegaste al cuarto y ni siquiera saludaste, tampoco prendiste la luz, te lanzaste vestido hacia la cama, me besaste intensamente y comenzaste a darme un masaje a través de las sábanas. De mi piel sólo tocabas los labios con los tuyos, porque todo lo demás lo hacías en forma indirecta con la tela, me volteabas, me hacías gritar, pero tú seguías vestido y fuera de la cama, luego te levantaste sin decir nada, te desvestiste y te metiste conmigo, lo hicimos riquísimo, y cuando terminaste seguiste sin hablar, y hasta prendiste un cigarro, lo cual me sorprendió porque sé que tú no fumas, pero como estabas tan extraño ese día, mejor ni insistí, y hasta te hice caso cuando me quitaste la mano de la lámpara en el momento en que quise encenderla. Después de un rato me volviste a besar, te paraste, me vendaste los ojos, me llevaste al baño, abriste la llave del Jacuzzi, pero no dejaste que me metiera, seguías besándome y tocándome por todos lados, me cargaste y me echaste al agua helada, hasta pegué yo un grito, acuérdate. Luego de eso abriste el agua caliente y mientras tú seguías afuera y parado, jalaste mi cabeza hacia tu cuerpo y así estuve yo un rato mientras tú nomás te quejabas, pero por fin te metiste al Jacuzzi y sin quitarme la venda de los ojos lo hicimos otra vez. En cuanto acabaste, estuviste unos minutos en el agua, aún callado, te levantaste y desapareciste por unos minutos, en los que supongo te vestiste porque yo seguía sin ver, y no me destapé los ojos sino hasta después de que oí que habías azotado la puerta del cuarto. Salí desnuda al pasillo pero ya no te pude alcanzar, Cuándo te enteraste de que estabas embarazada, Como a las tres semanas me empecé a preocupar y te mandé un mensaje pero no respondiste, Un mensaje, pregunté yo, Sí, un mensaje, Ya entiendo, y cómo fue que llegamos al hotel, juntos o tú ya me estabas esperando, Yo te estaba esperando, acuérdate, por eso fue que tú estabas todavía vestido y yo encuerada y en la cama, Y cómo fue que supe que estarías allí, Pues por el mensaje que te había mandado, Cuál mensaje, Sí, te mande un correo electrónico en donde te ponía que te esperaba en la habitación 110 del Hotel Oslo, Correo electrónico, dije en tono extrañado, Sí, vas a seguir negando que estuviste allí, maldito estúpido irresponsable, Es que yo jamás he recibido un correo electrónico tuyo Karina, ni para que me invitaras al hotel, ni para que me avisaras de que estabas embarazada, Te mandé decenas de mensajes, pero jamás me respondiste, Guardas copias de los mensajes que envías, Sí, te lo puedo demostrar, para que ya no sigas negando a tu hijo.
Pagué yo la cuenta y llevé a Karina y al niño a su casa, pero no quise pasar, para evitar a su familia, y unos minutos más tarde mi amiga apareció con una hoja impresa que decía, Hola traviesín, hace mucho que no nos vemos, me muero de ganas de estar contigo, así que te tengo una sorpresa guapo, te espero el próximo martes a las ocho de la noche en la habitación 110 del Hotel Oslo (Viaducto y Eje Central), no faltes, te estaré esperando con las luces apagadas, Te quiere, K. Yo me quedé viendo la hoja durante un buen rato, tratando de entender las cosas, hasta que caí, Falta una erre, dije, Qué, Falta una erre, De qué me estás hablando, En la dirección falta una erre antes de la arroba.
Karina tardó en creerme que esa no era mi dirección electrónica y que se había comido una letra, pero después de que le demostré, con mi tarjeta de presentación, que mi correo electrónico se forma con mi nombre y la inicial de mi apellido, no tuvo más que aceptar que yo no soy el padre de su hijo. Hemos tratado de ubicar al verdadero padre del niño, pero nunca responde los mensajes que le enviamos, y el proveedor de internet se niega a darnos sus datos. Si alguien lo conoce, avísenle que su hijo no tiene apellido paterno.

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