martes, 29 de julio de 2008

Buenos días

Dices que te gusta despertar con mi voz, que te drogo. Yo sólo digo buenos días. Luego impongo un terciopelo azul entre tus sábanas. Pero allí dentro está el rojo de tu pelo. Tus dos montañas. El morado de nuestros encuentros espaciados. El mito en que vivimos.
Buenos días es una caricia entre tus vellos. Nuestra cita furtiva. Presente y pospuesta. La tuya contigo, la mía con mis letras.
Una lluvia nocturna ha precedido nuestro verbal encuentro. Oníricas aguas. Cálidos aires que soplan entre el micrófono y yo, luego entre la bocina y tú.
Me gusta hablar para tentarte, me gusta seducirte a través de tu inocencia, me agrada provocarte, me gusta meter mi teclado entre tus ganas, me gusta decirte buenos días y callar las mías.
Juego y raspo la voz sobre tu espalda. Leo mis propias palabras como si fueran mis manos entre tus piernas. Mantengo el ritmo de las frases como su fuera nuestro. Respiro. Respiro más agitado. Luego menos. Hasta que leo las últimas palabras.
Finalmente digo Buenos días.
Y cuelgo.

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